dimecres, 24 d’octubre del 2012

Thomas Mann y el tiempo (I)

¡Oh, mar! Estamos lejos de ti mientras narramos, pero te dedicamos nuestros pensamientos y nuestro amor al evocarte y en voz alta para que estés presente en nuestra historia, como lo has estado siempre y como lo estarás siempre, en secreto. ¡Desierto arrullado por el mar, bajo el gris pálido del cielo, lleno de áspera humedad, cuyo sabor a sal perdura en nuestros labios! Caminamos sobre un suelo que se hunde ligeramente, salpicado de algas y pequeñas conchas, los oídos ensordecidos por el viento, ese viento grandioso, generoso y suave que recorre el espacio libremente, sin trabas ni rodeos, y que aturde dulcemente nuestra mente; caminamos, caminamos y vemos lenguas de espuma del mar que avanzan y se retiran de nuevo y nos mojan los pies. El oleaje hierve, luminoso y brusco, las olas se atropellan entre murmullos al romper en la orilla, aquí y allá y en los bancos de arena de alta mar; y ese fragor del mar confuso y cadencioso y omnipresente cierra nuestros oídos a cualquier voz que venga de este mundo. Profunda satisfacción… Olvido consciente… ¡Cerremos los ojos al abrigo de la eternidad! No, ¡mira! Allá lejos, en la lontananza verde grisácea salpicada de espuma que pierde en el horizonte haciéndose cada vez más pequeña se divisa una vela… ¿Allá lejos? ¿Qué significa ‹‹allá lejos››? ¿Cómo de lejos? ¿Cómo de cerca? No lo sabes. El vértigo te impide juzgarlo. Para decir a qué distancia está ese barco de la orilla tendrías que saber cuál es su tamaño. ¿Es pequeño y está cerca o es grande y está lejos? Nuestra mirada se pierde en la incertidumbre, pues no tenemos órganos ni sentidos que nos proporcionen referencias sobre el espacio… Caminamos, caminamos. ¿Desde cuándo? ¿Hasta dónde? ¿Qué sabemos? Nada cambia  nuestro paso; el ‹‹allá lejos›› es igual que el ‹‹aquí››; ‹‹ahora›› igual que ‹‹antes›› y que ‹‹después››, el tiempo se ahoga en la monotonía infinita del espacio, el movimiento de un punto al otro ya no es movimiento… y donde no hay movimiento no hay tiempo. 

La montaña mágica, Thomas Mann

1 comentari:

Sergi Ducet ha dit...

Que bé tornar-te a llegir! Un petó